Viento en la cara

El viento que me pega en la cara me recuerda que está fresco, pero no importa porque por ahora no tengo frío. Algunas nubes interrumpen un poco el cielo celeste hacia un lado, que se extiende tan lejos como la vista puede ver. Para el otro, el cielo no se ve, pero las nubes parecen estar lo suficentemente lejos como para preocuparse. Por debajo, un colchón de nubes esconde la mitad inferior de las montañas, el lago y la parte de la ciudad que se alcanzaría a ver si las mismas no estuviesen. El único sonido que se escucha es el que hace el viento al pasar por la cara y algún que otro comentario de la gente que está allá arriba. No hay mucha gente porque llegar no es para cualquiera, solo llegan quienes saben o quienes ponen la búsqueda de un desafío por sobre sus habilidades. Me encuentro en el segundo grupo, pero no importa de alguna forma iba a conseguir bajar. La gente llega, toma un poquito de aire y empieza su descenso, pareciera que no reparan en lo que tienen adelante. 

Se me viene a la mente la conversación que tuve con un amigo de telecabina. En esos minutos en los que uno está suspendido en el aire gracias a un cable de acero que se mueve, compartiendo un espacio muy reducido solo hay 2 opciones. Silencio y vista al frente o mirar a quien se sienta al lado, cruzar una mirada algo cómplice y comenzar a hablar. Ocurrió la segunda. Él, con el celular en alto y con la cámara abierta en la función de filmar, me comentaba: 
    - Ah... La verdad que con esto me ahorro unas cuantas sesiones de terapia.
    - Por? - Pregunto con una sonrisa
    - Porque cuando estoy en la oficina y estoy medio nervioso, agarro el celu un rato, veo estos videos y me desconecto. Me relajo un poco y después puedo seguir. Hace mucho venís?
   No, es mi segunda temporada... - La conversación continúa hasta el momento de bajar, para después no volvernos a cruzar nunca mas.
Mientras tanto, las nubes que cubrían el cielo hacia un lado, están casi encima nuestro y me doy cuenta que una capa se desplazó casi hasta nuestros pies. La gente que se tira desaparece pocos metros después de iniciado el descenso, envuelta en esa capa. Me doy cuenta que formo parte de ese sándwich de nubes, el relleno soy yo y la vista que, a pesar de todo mucho no ha cambiado.
- Mauri... Mauri. - Alguien me llama y me dice algo... En ese momento me doy cuenta de que la cafetera se encuentra en la temperatura indicada según muestra el indicador correspondiente, prac! hace la tostadora, que ya terminó de dorar el pan casi al mismo tiempo. Me reincorporo y siento un escalofrío. Me doy cuenta que la ventana está abierta y el viento que entra y pega en mi cara, también pega en mis brazos me hace dar cuenta de que, ahora si, tengo frío. Girando mi cabeza hacia esa voz que me llama pregunto ¿Que pasó?, con la intención de que me repitan la pregunta y no se den cuenta que, por un instante, estaba a 2500 metros de altura. 


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