Reporte: Compartiendo Pasiones
El siguiente post fue escrito por quien me acompañó en ese vuelo que, como se darán cuenta a medida que lean el texto, es una persona de fuera del mundo de la aeronáutica. De forma corta y concisa puede describir lo que, quizas, mucha gente de afuera de la aeronáutica siente al volar en uno de estos pequeños (o no) aviones.
Espero que les guste...
Compartiendo pasiones
Esta publicación no va a ser técnica en lo absoluto, solo voy a contar cómo una chica normal puede volar con un piloto. Así que acá va la aventura que viví con Mauri, esta vez desde el cielo.
Todo arrancó con mi visita a la gran ciudad el viernes 18/12 ya que soy de Rosario. Para el sábado me tenía preparada una “actividad sorpresa” a la cuál le tenía mucha intriga, ansias y algo de miedito ¿por qué no? Anduvimos en auto por una hora más o menos (los porteños manejan muy rápido) y llegamos a la base aérea de Morón. ¡¡¡A la base aérea!!! Qué lindo, qué hermoso, qué nervios lo que se venía… Esperamos a que el Cessna 150 estuviese listo mientras yo veía cómo aterrizaban y despegaban otros y él hacía el plan de vuelo. Cuando el avión estuvo preparado, Mauri chequeó que todo estuviese en orden por unos quince minutos que se hicieron interminables para mí. Me ayudaron a entrar al avión y me puse el cinturón de seguridad de copiloto (si…dije copiloto). En ese momento, él dijo algo que nunca voy a olvidar “Cualquier duda que tengas, preguntame que yo te explico…y en el caso que pase algo, que NO va a pasar, no toques nada” jajaja. Nos pusimos los auriculares y empezó a hablar con la torre en un idioma imposible de entender; me explicó para qué sirve cada botón, palanca y pedal con un vocabulario entendible y en cuanto nos dieron el okay, despegó. ¡Qué linda sensación!
Según lo que él me explicó, pasamos por General Rodriguez y después Lujan (donde vimos la basílica); seguimos la ruta 6 hasta llegar a Campana/Zárate. Usó el Rio Paraná como guía, hasta el Caraguatá e ingresamos via canal de remeros al aeropuerto de San Fernando, donde comunicó por la radio que pasábamos sobre ellos y, si mal no recuerdo, hizo lo mismo en la Base Aérea El Palomar para ir directamente a Morón otra vez.
El aterrizaje fue excelente (¡hasta lo filmé!) y cuando el avión se detuvo, lo guardaron en el hangar. Cabe decir que durante todo el viaje (que habrá sido una hora cuarenta minutos) tuve al mejor guía turístico que podría haber tenido, quien supo explicarme cada pregunta que le hice. Como dice este increíble piloto y quien les escribe siempre, “Sonará cliché pero volar es mi cable a tierra, paradójicamente. Cada vez que vuelvo pienso "uff otra vez al mundo real” “. Y qué hermoso poder compartir aquello que lo apasiona…Volar es increíble y más desde la cabina, fue algo único e irrepetible y se lo aconsejo a todos los que lean este blog.
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